Hay muchas formas de querer.
Hay quien da besos, quien da dinero, quien se llena la boca diciendo lo perfectos que son sus hijos, quien de merienda siempre compra bollycao.
En mi casa tenemos esa particular forma de querer que no se nota desde fuera. Quien venga a casa verá a cuatro personas que se gritan cuando hablan, toscas, rudas. Que sufren al dar un beso, que tragan saliva antes de soltar un piropo, que siempre tienen una queja, un reproche, un deje incómodo, un poco de vergüenza.
Sin embargo, llevamos el amor por dentro, un amor como una bomba, como un tictac.
Mi padre no me quiere, a juzgar por su escasa cercanía. Pero cada lunes mira la bolsa de trabajo, y me transmite sin palabras que me valora y me respeta. Tal vez no tanto como a él, o a mí, nos gustaría. Pero siempre, siempre ha hecho todo lo posible por intentar hacer de mí alguien de quien no avergonzarse, alguien a quien respetar, alguien que consiga mirar a la vida, y mirar atrás, con la frente bien alta.
Me corrige, me corrige, me corrige, me corrige, me corrige. Nunca es bastante bueno, nunca es bastante esfuerzo. Pero gracias a él, a sus consejos, a su modelo incorruptible, y a su tremenda exigencia, he conseguido gran parte de lo que tengo, y soy gran parte de lo que soy.
Mi madre grita, se ofende por todo, es insegura, no me llama por teléfono y la mayoría de las veces no me entiende. O quizá es simplemente que somos iguales, pese a ser tan diferentes. Y sin embargo, siempre hay un regalo a escondidas, un plato en la mesa que me gusta, una devoción oculta, un paquete que siempre llega.
Sé que ella nunca hará nada contra mí, y que jamás escatimará en esfuerzos si van dirigidos a conseguir mi bien. Es tan fiel, y tan noble, que con su amor por nosotros sostiene la casa, sin darse cuenta. Si mi padre es quien nos hace a todos mejores, ella es quien nos hace humanos, y felices.
Y mi hermana... esa daga tan certera, ese dedo siempre en lo profundo de la llaga, esa bofetada en pleno ataque, esa mano amiga. Esa persona tan pequeña, y a la vez tan grande, que emula mis pasos y confía en mí más que nadie.
Así que no os preocupéis. Para mi vuestro amor es inmejorable, y lo siento desde aquí, muy fuerte.