No no no no.
Decididamente, sólo quien ha pasado por una oposición LO SABE.
Sólo quien ha sufrido un tribunal que sin duda es muuuuucho peor que la mismísima Inquisición, quien ha sobrevivido a una hora de encerrona en Murcia sin aire acondicionado, sin el tema preparado ni la garantía de llevar una indumentaria adecuada, puede disfrutar del privilegio de volver a nacer.
Puede paladear un café, perder la mirada en el infinito sin remordimiento, dedicarse al deleite de la espiración interminable, de los nervios diluyéndose estomacalmente, y salir a pisar la calle para, por cierto, comprobar que en pleno éxodo playero en la ciudad ya no queda nadie.
Sólo quien ha opositado, (y si añadimos a eso un máster insufrible y caótico, con aún más razón) puede permitirse el lujo de sentirse ganador aún en la más ridícula de las derrotas. Aunque ahora se abra un foso mucho más peligroso, y más negro, de lo que haya visto antes.
Ahora tengo que decidir qué voy a hacer con mi vida estos dos años en blanco hasta la siguiente oposición.
Pero eso será mañana.
Hoy, la opositora 280... por fin deja de serlo.