Deja de observarme de lejos.
Coge un tren, un bus, monta a caballo las nubes
si tienes agallas,
haz dedo con tus dedos
y escurre entre mis brazos
tu cuerpo,
o no lo hagas,
y déjame aquí a la interperie,
bajo las hojas sin hojas de un árbol destetado,
bajo la lluvia sin lluvia de un cielo muy gris,
bajo las ganas sin ganas de extrañarte un rato,
bajo la promesa insensata de un muérdago
que sólo sabe mentir.
Es difícil decir lo que quiero decir
es penoso negar lo que quiero negar
mejor no lo digo
mejor no lo niego.
Mario Benedetti. "EL PUSILÁNIME",
de "El olvido está lleno de memoria".
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lunes, 20 de septiembre de 2010
domingo, 19 de septiembre de 2010
De vuelta a casa
Siento haber estado tan perdida todo este tiempo. Los preparativos del viaje y la adaptación al sitio y a la casa, todo unido a que no he tenido internet y a que he ido publicando casi puntualmente en mi nuevo blog, me han hecho desatender un poco (bastante, de hecho), éste, así como a mis lectores y leidos. Pero eso se va a acabar desde ya, porque amapola ya tiene internet en casa!
Y si no me encontráis aquí, ya sabéis dónde estoy.
www.desdecallanconamor.blogspot.com
Mil besos
Y si no me encontráis aquí, ya sabéis dónde estoy.
www.desdecallanconamor.blogspot.com
Mil besos
miércoles, 15 de septiembre de 2010
About living in Ireland...
Cuando pasen dos horas habrán transcurrido ya siete días, es decir, hará una semana exacta que llegué aquí, a Callan, si bien hace mucho más que eso que empecé este viaje. No sé si empezó cuando solicité esta plaza, o si empezó el pasado verano, cuando entendí que necesitaba algo así, o tal vez el inicio fue aquella reunión sobre la experiencia erasmus, en primero de carrera, cuando me dije: esto tengo que hacerlo. Puede que quizá siempre estuviera en mí, latente y oculto. O que ni siquiera sea necesidad, sino imitación.
Sea cual fuere la razón, que me temo nunca sabré, (y por esta vez, francamente me alegro), la cuestión es que hace ya siete días que llegué aquí, a este pueblo apartado del mundo, y hay algo que me impide disfrutar del todo, es una sensación muy muy sutil, casi un mensaje subliminal, que me dice que no me confíe, que no me encariñe, que no haga un hogar de esta casa, porque de un momento a otro algo va a pasar y me va a hacer volver a España. Tengo la sensación constante de que me van a llamar para trabajar, y cuando estoy en clase miro a la gente como despidiéndome, cuando hablo con Noortje siento que de un momento a otro tendré que decirle que la dejo tirada, y a los míos apenas los echo de menos, porque tengo la maldita sensación de que volveré con ellos en un par de semanas.
Este horrible mecanismo de defensa está impidiéndome disfrutar tanto como me gustaría, y lo peor de todo es que sé que se desactivará justo cuando de verdad lo necesite. Aunque supongo que es un buen modo de dosificar las sensaciones, tal vez así no me vuelque demasiado en este proyecto, ni en este lugar, ni en esta gente, y comience a regirme por la inteligencia emocional.
Aún así, el balance de esta primera semana ha sido positivo. No me siento nueva, ni siquiera diferente, aunque sí que creo que estoy contribuyendo en algo bueno, y eso no me hace levantarme con más entusiasmo, la verdad, ni me hace acostarme más satisfecha, pero sí que consigue que no me plantee en ningún momento que haya hecho mal, reviste mis pasos de una seguridad increíble, y no siento que esté perdiendo el tiempo. Tengo una función, tengo un objetivo, estoy haciendo un máster en educación no formal que no tiene precio. Y me gusta esta sensación.
Sea cual fuere la razón, que me temo nunca sabré, (y por esta vez, francamente me alegro), la cuestión es que hace ya siete días que llegué aquí, a este pueblo apartado del mundo, y hay algo que me impide disfrutar del todo, es una sensación muy muy sutil, casi un mensaje subliminal, que me dice que no me confíe, que no me encariñe, que no haga un hogar de esta casa, porque de un momento a otro algo va a pasar y me va a hacer volver a España. Tengo la sensación constante de que me van a llamar para trabajar, y cuando estoy en clase miro a la gente como despidiéndome, cuando hablo con Noortje siento que de un momento a otro tendré que decirle que la dejo tirada, y a los míos apenas los echo de menos, porque tengo la maldita sensación de que volveré con ellos en un par de semanas.
Este horrible mecanismo de defensa está impidiéndome disfrutar tanto como me gustaría, y lo peor de todo es que sé que se desactivará justo cuando de verdad lo necesite. Aunque supongo que es un buen modo de dosificar las sensaciones, tal vez así no me vuelque demasiado en este proyecto, ni en este lugar, ni en esta gente, y comience a regirme por la inteligencia emocional.
Aún así, el balance de esta primera semana ha sido positivo. No me siento nueva, ni siquiera diferente, aunque sí que creo que estoy contribuyendo en algo bueno, y eso no me hace levantarme con más entusiasmo, la verdad, ni me hace acostarme más satisfecha, pero sí que consigue que no me plantee en ningún momento que haya hecho mal, reviste mis pasos de una seguridad increíble, y no siento que esté perdiendo el tiempo. Tengo una función, tengo un objetivo, estoy haciendo un máster en educación no formal que no tiene precio. Y me gusta esta sensación.
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