El cielo se rompe
en olas,
pequeñas cuentas de
un collar blanco
que refleja en el
agua tu sonrisa y la mía,
demasiado
ocupadas salvándose del mundo
como para poder sonreír como dios manda.
Están llenas de un
beso
que borda la
arena húmeda
con el sedal de
los veleros,
y teje flores a
la carne de los labios
para ir sembrando
con ellas
la linde de
nuestro sendero.
El cielo se rompe
en olas
y nada haremos ya
sino rompernos
de luna y de
miedo,
de noche y de
fuego,
como dos átomos
mutuamente sostenidos
entre la quieta
muchedumbre del universo.
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