Dijo mi nombre como si
estuviera escrito
sobre la superficie de
la luna, y a mí se me
ocurrió cosérmelo
(para no olvidarlo) de la espalda a la nuca.
Enhebró la aguja con las letras en minúscula, una a una,
y dio puntadas para ir trazando por mi cuerpo
un fino surco de hilo púrpura.
Pero el nombre se me enredó en el pelo, y perdí la tilde,
se aflojó el hilo y deshizo entre mis sábanas la rúbrica,
y él abrió la puerta, huyendo despavorido,
mientras desde el cielo, sin mi nombre, me culpó la luna.
*A Bruce Nauman
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