Ella nunca se lo dijo, aunque lo sabía desde el principio.
Se lo calló porque las verdades duelen en la boca, porque la realidad ahúma los
ojos y aprieta el esternón.
Se lo calló y partió en trocitos la comida. Tragó. Tomó de a
sorbitos la bebida. Y siguió. Recogió los pedazitos cuando él se dio la vuelta.
Los escondió.
Y se sentó junto a él en el sofá, como todos los días, en perpetuo
estado de descomposición. Le acarició el pelo, le tembló la voz. Mañana, tal
vez. Mañana nos irá mejor.
1 comentario:
qué alegría, y qué placer, leerte de nuevo.
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