El problema no viene cuando colocas el sillón frente a la puerta, y por sistema te quedas callado observando la cerradura, con el oído a medio metro de donde suena el timbre, y te quedas inmóvil esperando el momento en que la llave gire dentro, o que el ring te haga brincar de un salto y lanzarte de cabeza a abrir la puerta, que sin lugar a dudas va a dar paso a la felicidad.
El problema no viene cuando pides a todos los que entran en tu saloncito que bajen la voz, que no te molesten, que sus cuchicheos impertinentes no te permiten oír con propiedad. Y les callas e incluso les echas, con el cuello y los hombros cargados de la sempiterna postura, con los ojos inyectados de tanto fijar la vista, satisfecho de tu pericia, de tu tesón, convencido de que nadie se merece más que tú la felicidad; que nadie más que tú la ha esperado con tantas ganas.
El problema viene cuando al abrirse la puerta, sin preguntar quién es, agarras al susodicho del brazo y le sientas a la mesa, y le sacas del congelador tu suculento plato, y le colocas en el equipo la selección de música que hace tanto tiempo hiciste para estos casos, y le cuentas cómo te ha ido el día, le preguntas con amor cómo le ha ido a él, o a ella. Y te fumas un cigarro encantado, o en su defecto te limitas a sentirte lleno, y pleno, y feliz.
El problema viene cuando él, o ella, consigue hacer que le escuches al decirte que es sólo el cartero, o sólo el vecino, o sólo alguien que pasaba por allí y claramente se ha confundido.
El problema viene cuando te sientes miserable por no haber conseguido que se quedara a cenar contigo para toda la vida. Cuando piensas que si te hubieras puesto esa otra camisa, si hubieras sacado ese otro plato, o puesto ese otro cd, todo habría sido distinto. Y lo acompañas a la puerta y lo ves marcharse, y ni siquiera puedes odiarle porque estás demasiado ocupado odiándote a ti por haber hecho otra vez lo que estás haciendo de nuevo ahora, sentarte en el sillón frente a la puerta, triste, solo, roto, engañado, pobre, escarmentado, o no, con la ilusión de que el azar te trate bien, y el próximo sea el último.
Así que tienes dos opciones: preguntar quién es, y a qué viene, antes de abrir la puerta, o repetir esta historia tantas veces como quieras o puedas.
Al fin y al cabo es una forma de vivir, como tantas otras.
Es difícil decir lo que quiero decir
es penoso negar lo que quiero negar
mejor no lo digo
mejor no lo niego.
Mario Benedetti. "EL PUSILÁNIME",
de "El olvido está lleno de memoria".
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jueves, 25 de junio de 2009
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9 comentarios:
Pues mejor preguntar quien es. ¿No?
Un saludete
Y por qué será que, por muchas veces que te confundas de persona, sigues abriendo la puerta sin pensártelo dos veces y sentándolo a la mesa a cenar, sin saber si ya ha cenado, si tiene hambre, o si sólo venía a decirte que tiene humedades en el techo y vienen de tu piso.
pues yo no sé pór qué será, pero sí sé que siempre es...
Es la ignorancia universal del ser humano, donde nace muchas cosas como la angustia, lo repetitivo...
Muy original realmente... aunque no he de sorprenderme porque eres tú
un abrazo amiga
andrés
Gracias cielo, me viene genial, creo q siempre he abierto la puerta sin preguntar.. Y va siendo hora de preguntar y sobre todo de preguntarme a mí misma si ese q hay al otro lado es quien yo quiero. Besos y mil gracias como siempre ha sido un placer leerte.
Vaya pues si que lo cotidiano da problemas.
Un Saludo.
Me gusto mucho, realmente escribes muy bien, el problema sera que al final no me quedare con un fragmento de una cancion de Ismael serrano.
Bueno me despido no si antes dejarte una invitacion para que entres a mi blog "recien sacado del horno" y opines que te parece.
Ya ves, a veces me canso de ser libre, de ser
libre para venderme y caer
muerto donde mi libertad prefiera,
siempre al otro lado de tu frontera.
Ya ves, a veces me canso de mí y de no tener
valor para buscarte y cometer
todo delito que este amor exija.
"Quieta ahí, tus labios o la vida".
Entiendo lo que quieres transmitir. Creo que yo también he cometido ese error varias, demasiadas veces...
Ahora estoy probando a preguntar primero; si funciona o no... el tiempo lo dirá. O quizás es que no se debe esperar a que la felicidad llame a tu puerta. A lo mejor vive debajo de tu cama y no lo sabías...
Un besote
y por que describes tan bien mi forma de vivir? yo nunca aprenderé ni siquiera a echar un simple vistazo por la mirilla...
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