Llegó al páramo oscuro y para cuando subió a la cumbre no
encontró la dulzura de la voz. No le dio importancia y plantó en su lengua
piedras, y habló, y habló, y habló. Tenía tanto que decir, tanas ganas de hacer
justicia.
Rodaron por la loma y abrieron las compuertas con su peso
todas y cada una de las piedras, y se fueron a arrasar los campos. E hicieron
justicia. Encendieron la pira y no se salvó ni uno de los herejes, ni uno. No
se salvó tampoco la dulzura, ni la voz.
Y ella se encontró de golpe desnuda en el páramo,
titiritando de frío, esperando que pasara algo. Una venganza. Una queja. Algo.
Que le volviera la voz al cuerpo, tal vez. Que le
volviera la vida en éxodo, que la vistiera y la sacara de allí, corriendo.
Una excusa (una razón) para tener que resignarse y empezar
de nuevo.
1 comentario:
Hazme el favor y publica un libro. s'il vous plaît :)
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