Al sonido abrumador del aire le arrebató el sitio la calma, la garantía, la sorpresa. La distancia se redujo a cero y sorprendentemente no hallé al otro lado un desconocido, tampoco un torbellino ni una ola, no me arrastró un tifón ni cubrieron las mariposas de seda las estancias. Fue todo lo contrario; fue una pasarela, un puente entre las aguas tranquilas, fue volver a casa, nunca haberme movido de mi casa.
El momento en que la distancia se redujo a cero cambió de golpe todo lo que había entre nosotros, todo lo que escapaba de nosotros. Trajo a la mesa los ladridos de los perros. Trajiste a la sala el pelo, la música, ningún nuevo acorde que en su día no me hubiera hecho llorar.
Me cubriste como una colcha de retales donde cada uno era un uno al que quise antes, todos los unos a los que no he podido borrar. No hay nada nuevo en ti, ni en tu forma de mirarme, salvo tus ojos. Nada nuevo en ti, ni en tu manera de hablarme, salvo tu voz.
Y aún la oigo, cálida y sonriente como un arrullo, me calma el pulso, me tranquiliza.
Aún hoy retiene mi interés.
Suena Deer Tick, "Clownin Around".
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