Nos miras desde fuera de la pecera, nos prendes fuego con tu lupa y reirías, si te hubiesen enseñado a reír.
Y en los escasos momentos en que no te odio me das tanta, tantísima pena, que a veces creyera que en un universo paralelo podría compadecerme de ti.
Pero en éste, en éste de ahora, en éste en el que no mereces más que llanto, el reloj da la hora en punto y hoy ya no pierdo un segundo más para escapar de aquí.
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