Cuando dejemos de pertenecernos en el momento robado a la cordura
y marchemos lejos, incapaces ya de tenernos cerca para no tocarnos,
tal vez entonces enfermemos de remordimiento y de nostalgia,
enfermemos de fracaso, de vergüenza; de pálpito y amor.
Cuando la vida nos agriete a salvajadas piel y corazón
y nos veamos desprovistos de un vago recuerdo al que aferrarnos,
no tendremos beso al que culpar, ni enemigo que nos bata,
y nos habremos convertido en fuertes, tristes, vulgares piedras
a las que siempre pudo la razón.
1 comentario:
Ni en los libros me siento tan identificada con unas letras.
que perfección
Publicar un comentario