Ha llegado el
momento de dejar marcharse
a la persona que
espero que seas
y dejar que se
siente a la mesa
quien realmente
eres,
con tus luces y tus
sombras.
Tendrás que
enfrentarte a mí,
con mis sombras y
mis luces.
Tendremos que
analizar cada palabra,
la soga al
cuello, la densidad de la llama
en esta era de lo
real que acaba de aplastarnos.
Y le tengo pánico,
me da miedo
que no estemos a
la altura,
que nos
defraudemos.
Cargo tantos
traumas que esta mochila
parece ya mi cruz,
dispuesta a
clavarme a la tierra,
a dejar que me
queme el sol.
¿Y si no
encuentro la senda correcta, la paciencia?
¿Y si no me queda
cartucho, cuerda,
a la que
aferrarme para no caer?
Ahora más que
nunca tienes que abrazarme fuerte,
tienes que ser mi
tabla, mi sostén;
y yo tengo que
entenderte, respetarte
hallar nuestro
lugar común, los pequeños puntos de intersección
por los que
nuestros dos mundos opuestos
puedan circular,
volar como dos palomas
dispuestas a
colonizarlo todo, tímidas,
a colonizarse
ellas en su infinito batir de alas
sea cual sea la
dirección.
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