En una de tus rodillas duerme mi cabeza,
la proteges de la luz con tus manos
(pasan sus breves vacaciones por mi pelo,
rozan tímidas, muy de vez en cuando, mi cuello).
Apartas los rayos como a moscas, y sin saber cómo
a mi brazo se le ha enredado un gato,
naturaleza muerta de siesta y sol viva
que enmarca al fin nuestra ansiada primavera.
Nos sepultarán los restos y los huesos,
no podrán encontrarnos aquellos que viven afuera
de la burbuja cotidiana que nos cubre
como un paraguas,
afuera de este lenguaje tuyo y mío
de diccionario ilustrado, re-escrito cada día,
por el que atracan en nuestra bahía
como barcos todas las palabras.
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