Quizá el ruido de la gente
me impedía oír tu corazón, no puedo negarlo, pero sí inventármelo.
Latía como si fuera la primera vez que latiera por algo, como un epígrafe más
de la tierna lista que me has creado, esa sucesión de pequeñas cosas en las que ya nunca podrán despojarme de mi rango.
Compartimos secretos, los
dejamos evaporar y se los llevó el agua, se fueron con las ondas, los alejamos a
golpes de karate con nuestros pies mojados.
Y todas las luces de la
piscina apuntaron hacia nosotros como si fuéramos los grandes actores de un
gran escenario, recitamos el guión punto por punto como si lo hubiéramos
improvisado.
Y mi memoria de pez nadó
en aquel agua, y por eso aún recuerdo a qué sonabas, por mucha moneda al aire que caiga, de cruz o de cara.
Aún me coges fuerte para
que no me enfríe, para que no me vaya. Aún te agarro con fuerza para que no te lleven, para que no te caigas. Y aún duran las gotas sobre nuestra piel mojada, las palabras flotando
tras la ventana empañada.
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