Es difícil decir lo que quiero decir
es penoso negar lo que quiero negar

mejor no lo digo
mejor no lo niego.

Mario Benedetti. "EL PUSILÁNIME",
de "El olvido está lleno de memoria".

martes, 31 de marzo de 2020

Cenizas

Relato finalizado en abril de 2001

Relato ganador del concurso de la Unión Europea Youth In Action: Europe at School.


Sentado en su cómodo sillón, el señor Maldonado estudia unos planos muy interesantes.
-Realmente, ganaríamos cantidades millonarias con este proyecto, señor. Los extranjeros se mueren por la costa, y si encima las casas están en una loma donde corre el fresco, muchísimo mejor.
Maldonado asiente. Tiene un sexto sentido para los negocios, lo que le ha permitido auparse con una de las mayores fortunas del país. Y esta vez cree haber encontrado una oferta irrepetible. Construyendo unas cien casas a un precio de veinte millones la casa, se obtiene un beneficio más que considerable.
-No obstante, Gómez, creo recordar que en esta ladera hay un bosque, ¿no es cierto?
-Sí, señor, pero no considero este inconveniente como un problema serio. En unas horas podría estar solucionado...
Maldonado sonríe. Realmente, los jóvenes de hoy en día aprenden muy rápido.
-Muy bien, retírese, Gómez.
Al marcharse el muchacho, Maldonado se recuesta en su sillón .
-¿Verdaderamente merece la pena destruir milenios de vida y toneladas de oxígeno por un pedazo de tierra? ¿Vale tanto el dinero como para despojar al mundo de otro de sus ya escasos paisajes naturales?- pregunta al vacío.
Y el vacío no le responde. El hombre se levanta y pasea por la habitación.
-Después de todo, ¿Qué importa un bosque más?  También yo tengo que vivir...

                                                          *   *   *

La ardilla corretea feliz por el bosque. Cada día está más bonito... De seguir así, llegará un día en el que todo el bosque se poblará de ardillas como ella. Pero viene observando que toda la ladera se está llenando de casas, hasta el límite justo donde acaba la vegetación. No puede evitar sentirse un poco atrapada...No. No se atreverán a destruir el bosque. No le ha hecho mal a nadie...
La ardilla continúa correteando, saltando de árbol en árbol, dueña de todo lo que encuentra a su paso. No en vano el bosque es su hogar...


                                                          *   *   *  
-Van a construir en la ladera, cariño. Lo ha dicho la radio esta mañana...- dice Marta a su marido.
-Pero eso es imposible, Marta. Nuestro huerto está ahí y nadie nos ha consultado nada. Habrá un error...
-Quizá nos hagan una oferta dentro de poco...
-Tampoco podríamos vender. Si ya nos cuesta llegar a fin de mes, imagínate sin la cosecha... Y además, debemos pensar en nuestro hijo. Ésa ha de ser su herencia.
-Como tú digas. Yo sólo te informo de lo que hay, y lo que hay es que van a urbanizar la ladera.
El hombre se levanta de la mesa y sale a la puerta. Necesita meditar. De sobra conoce a los ricos y su forma de actuar. Son capaces de todo lo malo para llenarse el bolsillo. No ha querido decírselo a Marta para no preocuparla, pero teme por su terreno. Y sin él no le queda nada...

                                                          *   *   *

La ardilla observa impotente una columna de humo que se va acercando rápidamente. ¡El bosque está ardiendo! Los animales corren en todas las direcciones intentando escapar, pero el fuego rodea el bosque. Acorralados. Allá donde van se topan con el fuego. Tan sólo los pájaros pueden marcharse, pero el humo es tan tóxico que caen asfixiados antes de alzar el vuelo. Todo el bosque es un caos de miedo y muerte. La ardilla esta asustada. Corre hacia todas partes, pero en ninguna encuentra la salida. Tan sólo pede observar cómo su hogar y su vida se van evaporando, devorados por el fuego.
Y envuelta en llamas, no comprende qué es lo que ha pasado.

                                                          *   *   *

Los niños ven tranquilos la tele. Las noticias acaban de empezar y ya no atienden. ¿Qué es eso que dice la presentadora de un incendio en la ladera?
“...Hectáreas y más Hectáreas de bosque calcinado, reducido a un extenso mar de cenizas... campos de cultivo destrozados, condenados de por vida a la esterilidad...”
Y una pareja hablando.
“-Ya no nos queda nada. No tenemos de qué vivir... Han quemado nuestro huerto...”
-¡Mamá, la ladera sale en la tele!-dice uno de los niños.
La madre acude en seguida.
-Dios mío...-dice al ver el fuego en la pantalla.- ¿Qué ha pasado?
-Se ha quemado. No se sabe quién,- responde el pequeño.
-Han dicho que a un borracho se le ha olvidado apagar el cigarro y ¡Boom!-dice el mayor.
-A dónde vamos a llegar... Malditos gamberros...-murmura la madre entrando de nuevo en la cocina.
                                                         
                                                          *   *   *

Marta y su marido vagan por su terreno, antes sembrado y ahora estéril. Les han ofrecido cinco millones por él. Una miseria. No tienen ni para empezar.
-¿Qué vamos a hacer, Juan? Tal como está la tierra ya no sirve para nada.
-Venderemos. No hay otra opción.
La mujer llora. Ojalá de sus lágrimas brotaran de nuevo los frutos y hortalizas que les permitían subsistir.
Abrazados, recuerdan los días pasados en los que, con su esfuerzo y tesón, sacaban el mayor rendimiento posible a aquel lugar, cuando aun eran jóvenes y tenían ganas de cultivar una tierra, su tierra. Recuerdan la felicidad sentida al ver florecer la primera planta, al ver nacer algo suyo, algo que entregarían en un futuro a su hijo.
Pero en el suelo lo único que hay son los restos de lo que fue su vida, y el cuerpo de una pequeña ardilla. En el suelo ya sólo hay cenizas.

                                                          *   *   *

Maldonado mira por la ventana. Sólo acierta a ver casas y coches. Ahora ni siquiera el bosque alegra la visión... Quizá no debiera haberlo quemado. Nadie podrá culparle nunca, pero tiene la sensación de haber hecho algo malo.
En una mano, los cientos de millones que ganará muy pronto. En la otra, los remordimientos. ¿Cuál le pesa más? Los millones son de hierro, y los remordimientos, de aire. Y ese aire se va volando por la ventana, perdiéndose en el infinito para no regresar jamás.

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