Es difícil decir lo que quiero decir
es penoso negar lo que quiero negar

mejor no lo digo
mejor no lo niego.

Mario Benedetti. "EL PUSILÁNIME",
de "El olvido está lleno de memoria".

miércoles, 17 de diciembre de 2008

En diez segundos...

De una patada la noche ha echado para fuera la tarde fría, y hoy como ayer sigues sin arrepentirte. Y tampoco yo me arrepiento, pero eso no cambia el hecho de que no llamas.

Y se me van las ojos y las ganas y la vida por el coladero que muere en la pantalla de un teléfono que no suena con tu nombre, ni vibra con tus ansias.

Como lo hacía antes.

Y cierro los ojos fuerte cuando empiezo a ver en ellos que tu sombra se asoma aún traslúcida. Los cierro porque no te pienso ver. Me niego.

Y te conviertes en una prefase de migraña que con píldoras de placebo (véase dignidad) consigo erradicar de un plumazo y dejar colar por la puerta al vecino de al lado. Que bien se lo merece por antipático.

No puedes llenar de flores mis tiestos, no hay alquitrán bastante para pavimentarme la calle donde nunca transita nadie.

Pero no es eso lo que me fastidia.

Lo que me fastidia es que hayas tenido los redaños de ser sincero contigo y conmigo y nombrar lo que los dos teníamos en la punta de la lengua y yo nunca me hubiera atrevido a sacar fuera.

Lo que me fastidia es que no intentes hacerme cambiar de opinión.

Que no quieras cambiar de opinión conmigo.

Que mutes del calor al frío en diez segundos, y no te preguntes si acaso no se te paró la estufa a medio latido.

Así que sólo me queda un “pongamos tierra de por medio”, un “callemos por no decirlo”, un “corramos que nos persigue”.

Que nos persigue...

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