De todas las criaturas del mundo e inframundo, quién me hubiera dicho que ibas a ser tú la que anoche se sentara frente a mí. Aparcaste tu escoba y decidiste venir en taxi contra viento y marea para ser persona por unas horas, para ser mujer, para ser niña. Para hacerme sentir protagonista, parte importante de una historia que hace tiempo ya dí por finalizada, pero que vuelve en tu piel y tu aroma y a una misma vez me hace daño y me causa una curiosidad morbosa.
Quizá debiera odiarte. Porque en tus formas han caído como muertos mis anhelos, y a causa de tus piernas yo perdí lo poco que aún guardaba.
Pero no te odio para nada. Los culpables tienen nombre y apellidos y están lo bastante lejos del campo de batalla para poder recibir un tiro. Tú viniste. Podría haberte apuñalado por la espalda y dejarte desangrando. Y aún así viniste. Porque tienes agallas. Porque tienes huevos, huevos de muejr, huevos de esos que a mí me faltan. O faltaban.
Te mentiría si te diera que desde que has llegado no he estudiado cada rasgo, cada palabra que has dicho, cada gesto. Que me he comparado contigo, queriendo o sin querer, como hacemos todas, tratando de averigar cada uno de los puntos que en esas diversas noches hayan inclinado la balanza a tu favor. Pero es un acto reflejo, no te preocupes. Ni luchamos por lo msimo, ni eres ya la competencia. El lazo que nos unía hace días se rompió, y ahora sólo somos dos desconocidas frente a frente en una mesa, que parecieran conocerse de hace milenios, de cuando eran materia.
Porque estuve jodidamente agusto contigo, pese a que una parte de mí te imaginara en posturas que ciertamente me hacen daño, y me imaginara a mí a esa misma vez en esa parte de la historia donde quedan los protagonistas que no saben que el narrador es omnisciente, y que hay acción cuando ellos marchan a la cama. Ya sabes, el sitio donde esperamos las esposas en casa cuando los maridos marchan a media noche y a hurtadillas a visitar a las niñas malas.
Pero no importa quién hayas sido tú, ni quién fui yo. El ayer queda ayer. Y hoy... Hoy no sé que somos. Hoy no sé que siento. Hoy no sé que piensas.
Porque estuve jodidamente agusto contigo, niña mala. Y no me importaría repetir.
Al menos elige bien, no?
;)
Es difícil decir lo que quiero decir
es penoso negar lo que quiero negar
mejor no lo digo
mejor no lo niego.
Mario Benedetti. "EL PUSILÁNIME",
de "El olvido está lleno de memoria".
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martes, 23 de septiembre de 2008
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