Es difícil decir lo que quiero decir
es penoso negar lo que quiero negar

mejor no lo digo
mejor no lo niego.

Mario Benedetti. "EL PUSILÁNIME",
de "El olvido está lleno de memoria".

miércoles, 1 de octubre de 2008

Son todas estas cosas...

Es la lluvia que te moja el rostro, que se cuela entre las pestañas y escuece como nada, quema como nadie. Pero qué bien sienta, qué libertad el tener la ropa húmeda aplastándose contra el cuerpo, luchando por vencer las formas y rendirse finalmente, claudicando contra un pecho que no deja de sentir.

Es tu mano en mi cara, tus dedos entre mi pelo. Es tu piel explorando la mía y haciéndola nueva, nueva cada día. Nueva y archiconocida. Archifamiliar. Es tu labio atrapando mi labio, es tu líbido persiguiendo la mía y encontrándola en un lugar fuera de toda clasificación, fuera del lenguaje, fuera del recuerdo, pues es hija del presente, hija del momento.

Es la lágrima que se me escapa furtiva cuando oigo esta música, cuando imagino la lágrima que se te escapa a ti cuando la oyes a la vez, lejos de mí, pero conmigo. Es la letra que me recuerda a ti, a lo que pasé contigo, a lo que fuiste, a lo que serás, a lo que me haces ser. A lo que me haces vivir. A lo que me has convertido.

Es tu mirada opaca, tu forma de no hablar, hablando. De no decir, diciendo. De abrirte en forma de secretos compartidos, de mandarme un lazo inescrutable, para que lo guarde. Que más da que te marches, yo soy la que acumula lazos en un cajón lleno de polvo. Lazos fruncidos. Lazos de colores. Lazos que fueron todo y ahora de nada sirven. Lazos que me niego a tirar, de los que me niego a deshacerme. Pues llevan tu nombre. Llevan tu olor. Y los restos de las huellas que dejaste. De la huella que me ha quedado.

Es el final de la película que nunca se cumple, el pasaje del libro que nunca viviré. La historia que sólo es historia y a la historia pasa, pero que nunca se va del todo. El sueño que es motor rugiente, que hace que lo malo pase a ser experiencia y lo bueno esperanza. Misma e de inicio. Muy distinta sensación.

Es el no tener que hablar ante una madre. Que te lea los ojos, y te lea las manos, y la caída de tu pelo, y te diga generalmente lo que más daño te hace, lo que menos querrás oír. Porque sabe que es lo que debe. Porque tú sabes que es lo que toca y no puede ser de otra forma. Porque la odiarías si no fuera como es, si no se comportara como lo hace.

Es cerrar los ojos sabiendo que estás recorriendo mi cuello con los ojos cerrados, y abrirlos para descubrir que en los tuyos hay ese algo reflejado que hace que todo me tiemble,que todo me lata, y que me digas te quiero mientras te digo te quiero, que me digas te amo mientras te amo yo.

Es sentir en mi boca la nata de un helado de terraza, mientras la amiga de turno me cuenta qué tal le fue con ese chico. Paladear el otoño entre hojas que se caen y que no por ello me causan lástima, porque ya han visto soles suficientes para compensarlo, para llenarlas de tal gozo que no se aguanta, y ya no les queda otro remedio que dejarse caer, rendidas. Más soles de los que a veces piense que voy a ver yo.

No se aguanta tanta vida.
No se aguanta tanto hastío.

Es amar sin sentido.
Amar sin medida.
Amar sin moderación.


Son todas esas cosas las que ponen punto y seguido a un cuento amorfo y deshilachado que en muchas ocasiones desearía ser un punto y final.
Pero que nunca lo hace.
Nunca lo hace...

Porque todos esperamos, muy en el fondo y pese a todo, que llegue el día en que al fin podamos amar sin sentido.


Amar sin medida.


Amar, sin moderación.

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